22 febrero 2010

MAIDER GOÑI, DIARIO DE VIAJE A HAITÍ/ DÍA 1, 31 de enero de 2009

Salimos de la ciudad Santo Domingo, hemos quedado en la sede del IDDI, nuestra contraparte en República Dominicana, con destino La Descubierta, un lugar desconocido en la geografía Dominicana hasta la catástrofe vecina y que para su novedad está siendo el destino de muchos internacionales que se alojan cada día antes de cruzar la frontera Haitiana. La ciudad más cercana a la frontera que es Jimaní está al completo, los hoteles o cualquier hospedaje que se le parezca es imposible.

Nuestro plan es salir hoy día 31 de enero a las 13 h. de Sto Domingo en una “jipeta”, un todo terreno estilo jeep con maletero descubierto, y llegar en unas seis horas si todo va bien. Repostamos antes de tomar ruta y para mi sorpresa las carreteras no están tan descuidadas como en otras zonas del país. Cierto que la fauna comparte el espacio de tránsito de manera que es familiar encontrarse cabras y vacas en el recorrido, por eso no es muy recomendable correr, así que de las cinco horas estimadas de viaje me voy haciendo a la idea de que serán siete.

Se hace largo, mis colegas y yo apretados en el coche, el choffer un haitiano Pachuco con formación en educación y antiguo rector de una escuela de secundaria en Haití, discreto, observador, apacible, sereno, trabaja en el IDDI, la contraparte de ANNF en RD. Desde hace más de una año colabora como chofer en un proyecto binacional implementado en la zona de la frontera; de copiloto Moloche ingeniero agrónomo, haitiano también, un buen guía y un gran aporte como “pensador” en este viaje, nos ha dejado grandes reflexiones sobre la situación de su país desde los ojos de un Haitiano amante de su tierra.

Atrás en la jipeta, Carlo y una servidora, apretados, pero cómodos entre conversaciones que nos ayudaban a pasar el rato, sobre la vida, sobre nuestras intenciones, sobre nuestras inquietudes, sobre el calor que se apoderaba del interior de la jipeta que agotaba su esfuerzo de emitir aire frío por el conducto de salida después de cuatro horas. Nuestro colega de viaje Antoine viajaba en otro vehículo a la ida aunque a la vuelta de este viaje nos acompañaría en la parte trasera de la jipeta.

Llegamos a La Descubierta, cansados, tenemos un lugar donde dormir, y una anfitriona la Doña y su esposo de profesión, Don Pablo. Esa noche nos daríamos una ducha, descargaríamos maletas, y comeríamos mangú con pollo guisado y puré de papas preparado a la casera y en gran cantidad para los huéspedes extranjeros. La Doña y Don Pablo, los dueños del hostal nos esperarán cada noche en la cabaña exterior con la cena preparada al regresar de nuestra ruta diaria a Puerto Príncipe.

Algo me ha sorprendido en este mi primer día, la gente sigue viva, la población no está bloqueada, tiene que seguir adelante y saca fuerza de donde sea. Aún entre el polvo que se respira, entre los escombros sin destino seguro de donde ser reubicados para normalizar la vida, aún con el calor que entorpece los ánimos de seguir en busca de agua, aún así cada cual se levanta cada mañana de la incómoda cama bajo las estrellas y se propone para la aventura de la supervivencia.

Algunos se resisten a pensar que han perdido su casa y se acomodan a la puerta de los escombros que decoran las calles de la ciudad. Quienes ha tenido la suerte de ver sus paredes en pie tras el día 12 de enero, con algún rasguño en la fachada pero literalmente en pie, también se ven desamparados en las aceras arropados por el pánico a que lo que quedó se les desplome mientras duermen con la traición de las réplicas de una tierra aún furiosa.

Quien tenía un comercio, o un medio semi-oficial de subsistencia lo ha trasladado a las aceras en forma de rastrillo ambulante, siendo sus manos y cabeza el único escaparate andante para trasladar esa mercancía que le dará de comer si consigue venderla por unas monedas.

La mayor parte de las fachadas tienen cicatrices que se entremezclan con las arrugas de su precariedad previa al siniestro. Ya estaban heridas antes de que llegara la tragedia.

Me siento más observada que el observado, porque yo al fin y al cabo vengo a observar para poder valorar, para poder ayudar de forma coherente. Pero quien valora a quién? Las supersticiones de la cultura afro-caribeña les hace rechazar el contacto, el flash de una foto, y hasta el gesto de hasta la vista que tan amablemente se recibe en mi querida y lejana Europa.

MAIDER GOÑI
Responsable de Cooperación Internacional de Nuevo Futuro

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