22 abril 2010

MICRORRELATOS/ Vencedor categoría mayores de 18 años

IÑAKI: 32 AÑOS.

Toda esta historia comenzó con aquella llamada de teléfono...

que Anna recibió la noche anterior. Una llamada que en realidad era un mensaje en el contestador de su habitación con una frase escueta, parca y misteriosa dejada por su pareja a las 5 de la mañana. Una luz roja, que sólo podía ser el parpadeo nervioso y acuciante del despertador la había sacado de su letargo cuando Anna, aún semidormida, pulsó algo incrédula el botón que la despertaría del todo.

“Escucha cada palabra, cariño; te quiero mucho” fue la frase que Jhon había dejado. Anna se frotó los ojos para cerciorarse de que estaba despierta, se levantó de un salto, cogió el móvil con celeridad y marcó el número de su pareja para hablar con él. “Ha llamado al 6-6…”. Contestador. ¿En un minuto apagado o fuera de cobertura? Qué extraño, se dijo. A partir de ese instante dormir fue misión imposible, él no cogía y ella no podía conciliar el sueño.
El día siguiente, gris como si el tiempo quisiera desvelar algo, Anna acudió a su trabajo con la sensación de que en el mensaje había algo raro. Jhon seguía sin tener el móvil operativo y ella empezaba a sentirse verdaderamente preocupada. Por un lado era consciente de que el trabajo de Jhon le impedía gozar de una normalidad que añoraba; ya que el hecho de que fuera un refutado y prestigioso abogado criminalista, un personaje público y conocido, provocaba que en ocasiones su trabajo se tradujera en distancia física, con largas e interminables jornadas laborales en diferentes ciudades, para hacerse cargo de los casos más complicados y polémicos del momento. Y en ésas estaba ahora, en Palermo, en un asunto de tráfico de mercancías donde la mafia estaba algo más que implicada.

Anna pasó su jornada laboral cavilando el por qué de aquel mensaje que seguía sin comprender. Llamó más de 50 veces al móvil de su pareja a lo largo de la mañana, encontrándose siempre con la misma respuesta: el contestador. No entendía nada. ¿Por qué un mensaje y no una llamada? ¿Por qué a las 5 de la mañana? No, no tenía ningún sentido. Si la echaba de menos podía haber llamado la noche anterior, o al día siguiente. “Raro”, pensó. Y se estrujó la cabeza en su despacho haciendo de aquella mañana una de las más improductivas de su carrera. ¿Por qué?, se preguntaba una y otra vez. Cogió un papel y escribió a frase de marras: “Escucha cada palabra, cariño; te quiero mucho”. La examinó a fondo. Era breve y cariñosa, pero no cuadraba. ¿Por qué pedía escuchar cada palabra? Ahí había algo.

Salió del trabajo con la cabeza funcionando a mil por hora, sin apenas comer nada en todo el día y cada vez más preocupada por Jhon. Caminó deprisa recorriendo las angostas calles que la separaban de su casa repitiendo para sí una y otra vez aquella maldita frase hasta que, de pronto, un intenso escalofrío recorrió su cuerpo y la hizo parar en seco. Tuvo que sujetarse para no caerse allí mismo

- ¡Escapa! ¡Son las primeras sílabas! ¡ES – CA - PA! ¡Me lo había dicho!

Jhon le estaba advirtiendo de algún peligro inminente y terminaba la frase con un “cariño, te quiero”. Era una despedida. Comenzó a temblar y a respirar agitadamente, notó cómo se le nublaba la vista y pudo sentir las lágrimas asomando en sus ojos. Siguió andando, cambió de calle, rodeó por detrás para ver su casa desde una distancia prudencial sin ser vista y pudo comprobar, con todo su dolor, cómo dos hombres con gabardinas negras custodiaban su portal.

Se acurrucó junto a un árbol y comenzó a llorar amargamente mientras, temblando, marcaba el número de la policía con la seguridad de que nunca volvería a ver al hombre que amaba, al hombre que le había salvado la vida.

0 comentarios:

Publicar un comentario