02 abril 2013

MIKRO-RELATOS I Ganador tercera categoría



Éste es el relato ganador de los Micro-relatos 2013 en la tercera categoría (mayores de 18 años). Su autor escribe bajo el pseudónimo de Atanilla. 



Conocí a Alicia hace aproximadamente quince días en una cena de la asociación de pintores de nuestra ciudad. Ella era nueva en el grupo, eso era claro ya que de haberla visto antes estoy seguro de que la habría recordado. Era delgada y menuda, no superaría el metro cincuenta, pelo castaño y ojos marrones. Hasta ahí la descripción normal de una mujer de su edad; unos 30. Sin embrago ella tenía algo diferente, se movía con gran delicadeza y su mirada escondía una dulce suavidad al tiempo que dejaba entrever una fortaleza indestructible. Esto fue lo primero que me llamó la atención de ella cuando Miguel nos presentó ya sentados en la mesa y dispuestos a pedir la carta. 

La cena transcurrió con relativa normalidad, entre historias trepidantes de José que se encontraba en el extremo derecho, anécdotas divertidas de Maite, que estaba a mi lado y las risas de todo el grupo, como de costumbre en este tipo de encuentros. Sin embargo, esta vez había algo diferente. Alicia estaba situada frente a mí y se podía sentir cómo a menudo su mirada se osaba en cada una de las partes d mi rostro, en cada uno de mis gestos y en cada una de las frases que yo pronunciaba. Y aunque esto pueda parecer incómodo, he de reconocer que es anoche me pareció halagador e incluso mágico. Tanto que decidí invitarle a tomar una copa después. Al fin y al cabo tenía motivos de sobra para pensar que ella aceptaría. Y no me equivoqué. Pasamos más de tres horas charlando sin parar, hablando de los proyectos en los que ella se encontraba inmersa y en mi trabajo en la galería. De pronto, se paró en seco, me miró fijamente y se acercó a mi oído para decirme: “Está sólo a dos manzanas de aquí”. Antes de terminar la frase, Alicia ya se había levantado, cogido su abrigo y me llevaba casi a trastrás detrás de ella, agarrado de la mano. Pensé en negarme y preguntarle que a ver qué creía que estaba haciendo, pero me di cuenta de que cualquier intento seria vano porque quién más deseaban ese momento era yo.  

Cuando llegamos al hotel Alicia me obligó a cerrar los ojos y me guió hasta un lugar en el que me indicó que ya podía abrirlos. Allí me encontré algo totalmente inesperado: su último proyecto estaba expuesto en los pasillos del Grand Hôtel, cuadros grandes, pequeños, medianos, oleos vivos y vibrantes de las calles parisinas, concretamente del antiguo barrio Le Marais. Empezamos a reír a carcajadas y a comentar los cuadros, sus trazos, sus luces y sus miradas; cuando, de pronto, las nuestras se juntaron y se mantuvieron unidas durante unos largos segundos. Fue entonces cuando Alicia me dijo -dame 5 minutos-. Asentí con la cabeza y la observé absorto mientras ella se dirigía al conserje del hotel, le hablaba al oído y le entregaba algo que no pude ver. 

Pasaron cinco, diez, veinte minutos y hasta una media hora cuando decidí levantarme y preguntar al conserje si sabía si ella volvería. Me respondió que no lo sabía y me dio un papel doblado en dos mientras me explicaba que ella tan solo le había dicho: -Por favor entregue esto a la primera persona que pregunte por mí-. Inmediatamente desdoblé el papel donde se podía leer:
Me gustaría volver a verte. Otro día. Te espero en las calles de le Marais. Alicia


0 comentarios:

Publicar un comentario